26/05/2023 17:30
Durante los últimos meses la hierba seca o heno, plantas forrajeras como la alfalfa o la esparceta y, sobre todo, la paja, se han convertido consecuencia de la sequía, en los productos más buscados, tanto para la alimentación de más de 15 millones de cabezas de ovino, dos millones de vacuno en extensivo o ibérico de la dehesa, como en el caso de la paja, simplemente para su empleo como “camas” en el suelo en las explotaciones ganaderas cerradas. Mientras los cereales, a pesar de la mala cosecha, han tenido una línea de recortes en los precios, por los ajustes en las cabañas y las importaciones más baratas que han provocado a los agricultores números rojos por los altos costes de producción, la hierba se ha disparado hasta los 0,24 euros kilo, la alfalfa hasta los 0,42 euros y la paja pasaba de cinco a entre 15 y los 18 céntimos kilo en origen, más los costes de transporte de unos tres céntimos kilo a las zonas ganaderas del sur donde los calores asuraron los campos.
En condiciones normales de campaña, los restos en las superficies de las tierras de cereales, al margen de las quemas, han tenido fundamentalmente dos destinos. El primero, la recogida y empacado de la paja para uso propio y, sobre todo, para su comercialización. Un segundo destino, más residual, es el abandono de la paja en la tierra en el marco de la filosofía de la agricultura de laboreo mínimo o no laboreo para facilitar la retención de agua de lluvia en el suelo, evitar escorrentías, la preservación de la microfauna y a la vez para mejorar la porosidad de la tierra.
Este año, todo asegura que serán menos los agricultores que metan una cerilla en sus parcelas para dejar la tierra limpia para la próxima sementera. Los comercializadores de paja, conocidos en el campo como los pajeros, de acuerdo con los agricultores, van a empacar hasta la última caña seca que haya en el suelo a la vista de la escasez de oferta provocada por la sequía donde en la mitad sur de la península las plantas de cereales prácticamente no han encañado. En este contexto, la parte más alta de la mitad norte se ha convertido en el principal territorio para el aprovisionamiento de paja para consumir o para exportar. Por su parte, en el cereal, aunque la cosecha venía mejor en la mitad norte, la falta de agua ha diezmado igualmente las previsiones con las plantas sin encañar y las lluvias llegan con retraso.
En el negocio de la paja, en la mayor parte de los casos, las empresas empacadoras no abonan nada a los agricultores que se dar por pagados con que se les eliminen del suelo los restos de la cosecha y solamente en ocasiones, si hay competencia de pajeros, abonan alguna cifra reducida.
Con una superficie de siembra de algo más de cinco millones de hectáreas se estima que la paja por hectárea oscila en una campaña normal desde los 700 kilos a más de 2.000. Ello equivaldría, en base a las superficies de siembra, a un volumen teórico total de unos cinco millones de toneladas. Esta campaña se baraja una cifra inferior por la sequía sobre todo, en la mitad sur, donde el volumen de la paja es mínimo. De esa cantidad, una parte, en torno al 20%, se utilizaba habitualmente para la producción de biocombustible, destino al que se ha opuesto la organización agraria Asaja por estimar que ello perjudica el suministro de las cabañas ganaderas. El resto se destina para el sector ganadero, tanto en España como en otros países del norte de Europa, países árabes o Japón, pero también se importa hierba procedente de Francia para la demanda ganadera
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